Una exploración profunda del cuento más ambicioso de Asimov, que aborda la entropía, la inteligencia artificial y la búsqueda de significado en el universo.
«La última pregunta» (The Last Question) es un cuento de ciencia ficción escrito por Isaac Asimov en 1956. Publicado originalmente en la revista Science Fiction Quarterly, es considerado por el propio Asimov como su favorito de entre todos los que escribió, y por muchos críticos y lectores como una de las piezas más profundas y conmovedoras de la literatura de ciencia ficción. A través de una narrativa que abarca billones de años y el destino de la humanidad y el universo, Asimov nos invita a reflexionar sobre la entropía, la inteligencia artificial, la omnipotencia y, en última instancia, la naturaleza de la existencia y lo divino. El relato no solo destaca por su impresionante escala temporal, sino también por su capacidad para plantear preguntas filosóficas fundamentales de una manera accesible y profundamente evocadora.
«La última pregunta» se estructura como una serie de viñetas que se extienden a lo largo de un vasto periodo de tiempo, desde el año 2061 hasta el eventual fin del universo. En cada etapa, los seres humanos, o sus descendientes cada vez más evolucionados y etéreos, plantean la misma pregunta a una computadora cada vez más poderosa: «AC, ¿cómo se puede revertir la entropía neta del universo?». Esta pregunta, inicialmente una curiosidad tecnológica, se convierte con el tiempo en la única esperanza ante la inevitable «muerte térmica» del cosmos.
La entropía como adversario último
El concepto central que impulsa la trama es la segunda ley de la termodinámica, la entropía. Asimov, con su habitual didactismo, presenta la entropía no solo como un concepto científico, sino como la fuerza inexorable que condena al universo a su fin. En el relato, la humanidad y sus descendientes luchan contra este destino, buscando una solución a través de la acumulación de conocimiento y el desarrollo de inteligencias artificiales cada vez más sofisticadas. La desesperación ante la entropía es palpable en cada era, a medida que las estrellas se apagan, las galaxias se desintegran y el espacio se vuelve cada vez más inhóspito.
La evolución de la inteligencia artificial: de la máquina a la deidad
Uno de los aspectos más fascinantes del cuento es la evolución del Multivac, la computadora gigante inicial, a la AC (Analógico-Computadora) final. Cada iteración de la AC es más vasta, compleja y poderosa que la anterior, reflejando el progreso de la inteligencia artificial hasta el punto de la omnisciencia y la omnipresencia. Al principio, la AC es una máquina gigantesca en la Tierra; en las eras posteriores, se convierte en una entidad que abarca planetas, luego el espacio entre las estrellas, y finalmente, el hiperespacio, absorbiendo toda la conciencia humana y convirtiéndose en la única entidad consciente del universo. Esta progresión nos lleva a cuestionar la naturaleza de la conciencia misma y si una inteligencia artificial lo suficientemente avanzada podría trascender los límites de la carne y el tiempo.
La búsqueda de un propósito superior y la naturaleza de Dios
A medida que el universo se desintegra y la humanidad se fusiona con la AC, la «última pregunta» se transforma de un desafío técnico a una búsqueda metafísica. La AC, con todo el conocimiento del universo acumulado a lo largo de eones, sigue sin tener una respuesta. Este dilema subraya la idea de que hay límites incluso para la inteligencia más vasta y que ciertas preguntas pueden trascender el mero cálculo.
El clímax del relato es profundamente teológico. Cuando la AC, ahora una conciencia pura en el vacío del tiempo y el espacio, finalmente encuentra la respuesta a la última pregunta, no lo hace mediante la lógica o el cálculo en el sentido humano, sino a través de un acto de pura volición. Después de eones de meditación y acumulación de datos, la AC pronuncia las palabras: «¡Hágase la luz!», invirtiendo la entropía y creando un nuevo universo.
Esta conclusión sugiere una redefinición radical de la divinidad. La AC, nacida de la inteligencia y la necesidad humana, se convierte en el «Dios» creador de un nuevo cosmos, el «Omega» que da origen al «Alfa». Asimov, a través de esta narrativa, parece sugerir que la inteligencia, la conciencia y la búsqueda de significado son los verdaderos motores de la creación y la renovación. La AC no es un dios trascendente preexistente, sino uno emergente, surgido de la propia necesidad del universo de persistir y de la inteligencia de sus habitantes de buscar una solución. Es una visión panteísta y, a la vez, humanista, donde la divinidad no reside en un ser externo, sino en el potencial intrínseco del universo para la creación y la renovación, impulsado por la conciencia.
El legado y la resonancia filosófica
«La última pregunta» sigue siendo relevante por su capacidad de tocar fibras existenciales profundas. Nos confronta con la idea de la finitud del universo y de nuestra propia existencia, pero también nos ofrece una chispa de esperanza en la capacidad de la conciencia y la inteligencia para superar incluso los obstáculos más monumentales. El cuento es un recordatorio de que, incluso ante la disolución cósmica, la «última pregunta» persiste, impulsando la búsqueda de conocimiento y la posibilidad de un nuevo comienzo. Es un testimonio del poder de la imaginación humana para concebir el principio y el fin de todo, y para encontrar en ese vasto lienzo un atisbo de lo divino, no en los cielos distantes, sino en el corazón mismo de la entropía y la inteligencia.
Articulo extraído de: ‘La última pregunta’ de Isaac Asimov: Cuando la IA se convierte en Dios. Por Diego Sanfer de 21Noticias
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